¿Qué evaluación hacen los usuarios de las políticas públicas de lectura digital en Chile?

Si bien en la encuesta preguntamos a los usuarios por sugerencias acerca de las plataformas públicas de lectura digital que más utilizaban, en las entrevistas realizadas quisimos profundizar en la evaluación que tenían de las políticas públicas ligadas a la lectura digital, y entender así de mejor forma las recomendaciones que podían realizar desde su propia experiencia.

Hay que comenzar diciendo que, para muchos usuarios, las plataformas de lectura digital constituyen una “política pública maravillosa”. Por lo general, en las entrevistas, las plataformas digitales son evaluadas positivamente por los usuarios, lo que no es común en la evaluación de otros tipos de políticas públicas en Chile. De hecho, para algunos la mala reputación de muchas políticas públicas puede ser un factor que desmotive su uso en algunos casos. La evaluación exitosa de estas plataformas se vio reforzada durante la pandemia, cuando las bibliotecas públicas y librerías estuvieron cerradas. En varias entrevistas con usuarios de localidades fuera de la RM nos señalaron que durante la pandemia las bibliotecas fueron convertidas en salas de hospital, depósitos o vacunatorios. En ese contexto, las plataformas de lectura digital fueron la oportunidad para leer de forma gratuita desde los hogares.

Sin embargo, en varias entrevistas se menciona el obstáculo que representan los problemas de conexión a Internet. Este acceso desfavorece a los más vulnerables o a quienes viven en zonas rurales y aumenta las desigualdades de acceso a la lectura. Chile todavía tiene muchos lugares donde el acceso a Internet es malo o nulo. Al considerar esta limitación del contexto nacional, varios entrevistados mencionaron la necesidad de contar con archivos de descarga que pudieran “permitir versiones más livianas de ciertos contenidos” o bien disponer de contenido para escolares que no requiera de conexión a Internet.

Los entrevistados entregan información valiosa acerca de cómo podría mejorar el alcance de estas políticas públicas, considerando distintos ejes de acción posible. Los usuarios de las plataformas lectoras digitales que entrevistamos ya eran lectores antes de llegar al mundo digital. Un desafío manifestado en las entrevistas es cómo lograr sensibilizar a la población que no es lectora. Algunas sugerencias apuntan a crear más comunidades lectoras digitales para poder abarcar potenciales usuarios de zonas más vulnerables, o bien realizar cursos y talleres, distribuir pendrives en regiones.

Existe la impresión de que estas políticas públicas muchas veces están pensadas desde Santiago, desaprovechando características propias de las regiones.  Una entrevistada dice así que hay que “pensar la política pública desde la descentralización”. En otra entrevista, se hace la siguiente observación: “He visto que en Santiago la BPD está integrada con el metro, pero esto no existe en regiones, en los trenes. Hay mucha gente que no conoce estas aplicaciones”. Ante la pregunta de cómo llegar a más usuarios, en las entrevistas surge la necesidad de aumentar la visibilidad de estas plataformas, y fortalecer las actividades de fomento de lectura vinculado a lo digital y las condiciones de acceso. Muchos de los entrevistados señalan que se enteraron por casualidad de la existencia de la BPD.  Varios desconocen Memoria Chilena. Por ende, algunas de las recomendaciones que hacen es que estas plataformas debiesen tener mayor publicidad, más visibilidad, en lugares muy transitados o muy vistos (como la televisión), o, por ejemplo, instaurar “una hora al año de BPD” en los colegios.

En este sentido, en varias entrevistas se menciona cierta fragilidad de los espacios dedicados a la lectura. Una entrevistada nos cuenta que cerca de su casa, había un trencito, “bibliotren” pero que este desapareció, primero, hicieron un centro cultural y, luego, cuando este iba a empezar a funcionar, con la pandemia lo transformaron en consultorio o vacunatorio. Otra entrevistada menciona la importancia de aumentar el presupuesto para cultura y de acercar las bibliotecas públicas a los sectores más vulnerables. Por ejemplo, “La biblioteca pública de Concepción, por ejemplo, está en un lugar privilegiado de la ciudad” o en Angol, donde “la gente tiene que venir a Santiago para comprar libros.” Se propone, por ejemplo, que lugares idóneos para difundir estas plataformas podrían ser los consultorios, hospitales, CESFAM, lugares de alta rotación de público, donde haya salas de espera.

Otro tema relevante que surge en las entrevistas es el de la alfabetización digital. Los usuarios consideran que no se han hecho los esfuerzos necesarios para pelear las desigualdades en cuanto al acceso para los distintos grupos etarios. Falta educación digital y muchas veces esta depende más de la voluntad de ciertos mediadores de lectura en las bibliotecas públicas que de una política pública formal. No hay así una política de alfabetización digital o de mejoramiento del acceso a Internet que acompañe la difusión y el uso de estas plataformas, porque las instituciones los recursos ni el personal necesarios para implementarla. Tampoco existen las articulaciones institucionales que podrían permitir colaborar en este sentido. Si bien en general los entrevistados consideran que la pandemia agilizó los procesos de digitalización de la lectura, también consideran que falta mucho por hacer. Una idea sugerida, por ejemplo, es la de que “todos podamos tener una tablet para leer como un derecho, como la mascarilla”.

La necesidad de una mayor difusión y acceso también fueron mencionados en relación con el mundo escolar. Algunos usuarios subrayaban la necesidad de fomentar la lectura digital desde la primera infancia, e impulsar un rol activo por parte de los profesores para mencionar plataformas como la BDE, la BPD o Memoria Chilena en los colegios, además de recomendar libros. Muchos mencionaban la brecha entre colegios públicos y privados y casos de niños a los que nunca “les han recomendado el uso de plataformas públicas”. En otra entrevista, se menciona que Memoria Chilena debería ser más difundida en universidades, entre profesores y alumnos, e invitar a colaborar con ella. Pero también a llevarla a otros contextos no universitarios.

En el caso de una entrevistada que trabajaba como profesora, mencionaba la importancia de vincular las plataformas digitales con el Currículum y los Programas de estudio, o bien con actividades para niños. Sugería, también, la posibilidad de trabajar con audiolibros que puedan ser enviados por whatsapp, que es una aplicación que la mayor parte de las familias utiliza. De manera más específica, sugería que “se debieran incorporar los servicios de las bibliotecas digitales a los planes de compañías de telefonía que daban uso liberado para ciertas aplicaciones” durante la pandemia. Considerando que muchas familias, sobre todo en sectores rurales, no ven incentivo en “gastar” datos conectándose a plataformas de lectura digital, esto permitiría un “uso ilimitado de estas bibliotecas para incentivar su uso (como Whatsapp o FB). Esto sería un “enganche para estas familias.”

Por último, cabe mencionar un tipo particular de recomendaciones, relativas a las plataformas mismas. Para un entrevistado, una manera de enfrentar la falta de visibilización de estas pasa por crear más redes entre ellas. Por ejemplo, vincular más explícitamente estas plataformas con la Biblioteca del Congreso o con Universidades, o bien que en algunos sitios las recomendaciones de ciertos libros o temas pudieran sugerir títulos de la BPD o minisitios de Memoria Chilena. Otro entrevistado, más crítico, percibe que  “no hay una estrategia de largo plazo para esto” y que prima “una visión tradicional de las bibliotecas en cuanto a los contenidos, en eso las bibliotecas quieren convertir todo en libros y artículos, pdf”, privilegiando formatos más clásicos en desmedro de formas más elásticas, livianas y sensibles de acceder al contenido. En este caso, lo que para algunos es valioso en el sentido de ser herramientas útiles para el estudio, para otros es considerado como plataformas “todavía escolares. No contemplan al usuario que quiere entretenerse buscando información, son poco libres para divertirse, poco gozadores, para tener un acceso juguetón”. En ese sentido, cree que se puede hacer un trabajo más innovador en enlaces y vínculos: “Le pondría un poco más de luz y desde lo interactivo”.

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