En las entrevistas, pudimos distinguir el usuario “común” del usuario “recurrente”, tal como se define a sí mismo un entrevistado. Estos últimos tienen un conocimiento experto de las plataformas, ya sea por interés personal, porque son usuarios activos o porque están ligados profesionalmente a temas de tecnología y/o lectura. Estos usuarios expertos interactúan con las plataformas, hacen recomendaciones, participan de talleres, tienen un rol activo: activan notificaciones, están alerta, sugieren cambios, se dan cuenta de los problemas, realizan comentarios, sugerencias, etc. Lo interesante es que, además de ser participantes de actividades de mediación realizadas por las plataformas o estar atentos a mediadores de la lectura en redes sociales y aplicaciones, se comportan ellos mismos a su vez como mediadores. Este tipo de lector digital es particularmente interesante y creemos que es fundamental para comprender los modos de difusión de las plataformas públicas de lectura digital.
Sin embargo, reciben poca respuesta desde las plataformas. Algunos señalan, por ejemplo, que dejan regularmente comentarios pero no reciben respuesta. Remarcan que es notorio que las personas que trabajan en BPD o MCH no dan abasto: “Han cambiado los horarios de los talleres, ahora los hacen en la mañana, antes en la tarde, participan de un club de lectura, da la impresión de que están sobrepasados”. Los usuarios activos participan de los talleres voluntariamente, así como de webinars. Su evaluación positiva de las plataformas, los impulsa a buscar mecanismos para participar más o mejorar las plataformas. Hacen sugerencias y en el caso de un entrevistado usuario de la BPD, este señala que realiza solicitudes de compra y que “el 80% le ha resultado. La plataforma le dice “pendiente”, “aprobado” o “rechazado” y te llega un correo si está aprobado.”
Algunos entrevistados, usuarios activos, siguen otras app, cuentas en redes sociales u otras plataformas (como Goodreads, o bien siguen a lectores que les interesan en Instagram) para encontrar recomendaciones. En este sentido, son usuarios multi-plataforma, no son usuarios únicamente de la BDP, y les gusta alternar, jugar, participar, trasladando conocimientos de una plataforma a otra, recomendándolas a otras personas, capturando nuevos potenciales lectores digitales. Le recomiendan la BPD a amigos, en sus familias, ayudan por ejemplo a familiares a instalar la aplicación, a enseñar a usarla. Algunos señalan que les gustaría interactuar más, por ejemplo dejando comentarios no sólo evaluaciones, recomendaciones de cómo mejorar la interfaz. Estos lectores intentan “contagiar” a otros: por ejemplo es el caso de una profesora que intenta “contagiar” el entusiasmo por la lectura en el resto de la comuna, pero encuentra con que no hay mucho interés por el fomento lector. Cuando muestra que se puede ocupar la BDE, llama la atención de sus pares. Incluso preparó un video tutorial para otros colegios de la zona.
Estos lectores digitales y usuarios activos también son más arriesgados en sus lecturas. Muchos ya han leídos los clásicos y les gusta descubrir “autores emergentes, libros más experimentales” en la BPD. Siempre se están informando, buscando qué leer, novedades, sugerencias.
Estos mismo usuarios activos actúan muchas veces como mediadores en sus propios espacios de competencia. Es el caso de una profesora usuaria activa de la BDE, que menciona que todas las mañanas trabajan con los más pequeños en el plan de lectoescritura. Ella proyectan el texto con un data y les lee el texto a los niños. El primer día ven la portada del texto. El martes y el miércoles se lee. Jueves se escribe y el viernes se presenta el producto.
La pandemia potenció estas metodologías “caseras” que, de forma muy interesante, desvían los usos previstos por las plataformas, inventando nuevas formas de realizar mediación de la lectura. En el caso recién mencionado, por ejemplo, los administradores de la plataforma no tienen cómo saber el uso que se le da a un préstamo en apariencia individual. Las estadísticas que produce la plataforma no recoge las sutilezas de las prácticas locales de mediación de la lectura digital.
Si bien la pandemia hizo que los profesores se dieran cuenta de lo importante que era la BDE, no todos participan igual. En este sentido, los profesores/usuarios activos se definen a sí mismos también como mediadores, y en este marco, les gustaría poder participar más, tener acceso a datos, a los perfiles, conocer otros profesores. Por ejemplo, en el caso de la BDE, una entrevistada señalaba que desearía que la plataforma “le permita, como mediadora, saber lo que los alumnos están pidiendo.” Su perfil tiene las mismas herramientas que la de un estudiante. No tiene acceso a ningún tipo de estadísticas de hábitos lectores en su comunidad. Podrían, por lo tanto, pensarse en desarrollos técnicos utilizando los datos que genera y registran las plataformas para potenciar la labor de los mediadores.
Otro tema a considerar es la cuestión de cómo la mediación de lo digital pasa por lo presencial. La BPD tiene una política bastante activa en este sentido, aunque muchas veces sin mediadores humanos que potencien el alcance de las iniciativas. Pensamos, por ejemplo, en los puntos de lectura en los aeropuertos o estaciones de metro. A pesar de estas iniciativas, no pareciera haber una política de mediación transversal relacionada con las plataformas públicas digitales. Esta tiende a depender de mediadores que gestionan por sí mismos iniciativas de mediación, con gran creatividad. En este sentido, vale la pena reflexionar sobre la experiencia de una biblioteca digital física vinculada a la Biblioteca Pública Digital ubicada en la comuna de Independencia, en la Región Metropolitana. La mediación de la lectura digital, por lo que pudimos observar, se beneficia de una articulación territorial, con las personas, por diversas razones.
En primer lugar, se observa que las personas se acercan a la BPD física porque la ven. Por ende, hay más posibilidades de captar nuevos públicos gracias a la existencia de una biblioteca pública física. En segundo lugar, muchos adultos y adultos mayores de comunas de clases sociales media y media baja difícilmente se enterarán de la existencia de la BPD si no es través de un arraigo concreto. Muchos de estos potenciales usuarios no son nativos digitales ni tampoco lectores activos. Entonces, siguen las recomendaciones y las sugerencias de alguien que conocen como por ejemplo la bibliotecaria presente en el mesón. Tercero, la BPD física actúa como un espacio propicio para la mediación porque reciben a escolares, adultos y adultos mayores. Padres pidiendo orientación, preguntando por una tarea. El espacio además arrienda tablets, responsabiliza a los usuarios quienes acuden periódicamente a las BPD a buscar/regresar tablets prestadas. La BPD física se transforma en espacio de reunión y de formación.
En la biblioteca digital física de Independencia realizan talleres de alfabetización digital, uso de tablets, distintos dispositivos, de distintos sistemas operativos, sobre uso de apps (Instagram , WhatsApp, Facebook, mail) e inducciones a la BPD. Todo auto gestionado, gracias a una mediadora que prepara sus propios tutoriales y los proyecta en la Smart tv. Esta biblioteca digital está en un barrio con altas tasas de adultos mayores. La mediadora que entrevistamos calcula que entre el 2016 y el 2018 ha habido entre 500 y 600 usuarios aproximadamente activos de la BPD de su biblioteca. Ella misma ha inventado vínculos por ejemplo con el jardín infantil del barrio, les muestran videocuentos, y con los liceos cercanos, les muestran videos del El Principito y así los “enganchan” para ser usuarios de la BPD. La mediadora intenta combinar literatura con tecnología, conecta la tecnología con ciertas prácticas informales de las personas, que no están prefijadas pero que permiten acercar lo digital (por ejemplo, blogs, hacer sitios web). Gestiona el acceso de usuarios que no saben cómo ocupar la aplicación.
Creemos que el caso de la biblioteca digital física es particularmente interesante como caso virtuoso en que la mediación desde lo físico logra por una parte alfabetizar digitalmente y, además, sumar nuevos usuarios de la BPD. En este sentido, hay una tarea relevante para que las bibliotecas públicas comunales a lo largo del país – que por lo general presenten muy pocos usuarios activos vinculados a la BPD – vean a la BPD como un objeto de mediación que también es de su responsabilidad, y no generar una falsa dicotomía entre las bibliotecas públicas comunales físicas y la BPD como espacio de lo digital. Pensar la mediación desde el acceso a la lectura pasa por comprender que los usuarios ganan al tener diversos canales de préstamos de libros, ampliando la colección disponible, y densificando las relaciones entre la infraestructura de bibliotecas ya existente.